El "turismo catastrófico" planta su carpa en Haití

El deseo de hacerse la foto en el desastre atrae a famosos y proselitistas

El jefe del destacamento ceilanés de los cascos azules de Naciones Unidas se para ante un vehículo Hummer del ejército estadounidense y ordena a uno de sus soldados que le haga una foto. Posa y luego comprueba si la instantánea ha salido bien. Como no le gusta, ordena al soldado que la repita.

La escena tiene lugar en la sede de la Misión de Estabilización de Naciones Unidas para Haití (Minustah), un descampado con edificios prefabricados y zona de acampada donde se concentra la infraestructura de la mayor parte de la ayuda humanitaria.

"Una vez que ya han entrado las grandes organizaciones como Cruz Roja y Médicos sin Fronteras, y pasen los días, empezará a llegar el circo de los voluntarios y ONG más pequeñas", señalaba la semana pasada a este diario un alto cargo del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas. Efectivamente, la Minustah es estos días un desfile de vehículos todoterreno, seguidores de la Iglesia de la Cienciología, voluntarios vestidos a lo Indiana Jones, religiosos, universitarios estadounidenses y decenas de ONG venidas de todas partes del mundo.
En la tienda de la Minustah es posible comprar incluso una gorra de recuerdo que pone: "Minustah, misión especial en Haití" y algunos cooperantes han pasado más de una noche ahogando las penas en whisky y ron. Algunos, incluso, apenas han pisado Puerto Príncipe y no salen de la sede de Naciones Unidas. Van de la tienda de campaña a la cafetería, donde ya hay una televisión gigante que emite la CNN, y viceversa. La cafetería de las instalaciones algunas horas tiene una actividad que ya la quisiera para sí cualquier bar de una ciudad desarrollada.

Para los que sí salen, en la puerta de la Minustah esperan día y noche decenas de haitianos con coches y motos dispuestos a hacer de chóferes. Alquilar una moto con conductor por un día (sin casco) cuesta unos 20 dólares. Y si es un coche, alrededor de 100.

Las fotos que se divulgaron en Facebook donde aparecen unos médicos de Puerto Rico bebiendo alcohol y llevando armas de fuego antes de operar son sólo una muestra de lo que muchos cooperantes y soldados que sí se lo toman en serio llaman "turismo catastrófico". Hace unos días, los soldados jordanos de Naciones Unidas salieron a patrullar por la noche y se encontraron con un destacamento del ejército de Estados Unidos. Los jordanos pararon la guardia y se hicieron fotos dando un apretón de manos a los norteamericanos.

Burlas de la población
También esta semana la patrulla de Sri Lanka se empeñaba en lucirse ante un grupo de periodistas durante un paseo nocturno. Los soldados pasearon por un barrio donde toda la gente dormía por el suelo y, a su paso, los haitianos les hacían burla con risas y al grito de: ¡Minustah, Minustah!". "Es que los niños nos quieren mucho", interpretaba un soldado el cachondeo generalizado que había alrededor.

En Puerto Príncipe, a las seis de la tarde ya es noche cerrada y muchos en la sede de Naciones Unidas no tardan mucho más en acostarse en las tiendas de campaña que se han instalado por todas partes; pero algunos ya empiezan a prolongar las conversaciones y la juerga. "Anoche no pude dormir, tuve que pedir a un grupo de universitarios estadounidenses que por favor se callaran", se queja un español.

A todo esto hay que sumar las visitas a Haití de famosos como John Travolta y Julio Iglesias, que han aterrizado con sus aviones privados en un aeropuerto ya de por sí saturado por la continua llegada de ayuda humanitaria. Travolta llegó acompañado por un nutrido grupo de seguidores de su religión, la Iglesia de la Cienciología, que ya se ha repartido por Puerto Príncipe llevando unas llamativas camisetas amarillas y dispuestos a "ayudar". También hay numerosos religiosos de distintas órdenes. Y responsables de ONG cuya única misión parece ser perseguir a los equipos de televisión para robarles unos minutos para los telediarios.

"Una vez que haya pasado la atención mediática, muchos se irán y entonces nos quedaremos trabajando los que nos interesa Haití de verdad", concluye un cooperante español que prefiere permanecer en el anonimato.