Bandas de violadores aterran a las haitianas

Los criminales recorren como alimañas los campamentos de desplazados para elegir a sus víctimas. La policía se confiesa incapaz de proteger a las mujeres


Cuando cae la noche, las bestias recorren el Puerto Príncipe derruido escondiéndose entre las sombras. "Llevan pequeñas linternas para elegir a las mujeres más bonitas que duermen en los campamentos o en la calle. Iluminan sus caras. Las seleccionan. Y abusan de ellas. Las violan. Los policías no podemos protegerlas a todas. Y son muy pocas las que acuden a nosotros para hacer la denuncia. En Haití sigue siendo un tabú".

El agente Joseph Georges, de la comisaría de Matissant, detalla la amenaza que recorre y asusta la capital. Diez días después de la catástrofe, el alcalde de Carrefour adelantó que una niña sufrió una violación salvaje: "Nunca sabremos cuántos hombres cometieron la atrocidad, ella no lo puede recordar".

Por los mismos derroteros transcurrió la comparecencia del director de la policía, Mario Andresol, hace unos días: "Durante los cortes de energía en la capital, tras el terremoto, aprovechan para violar a mujeres y niñas refugiadas en los campos". La oscuridad se mantiene y las violaciones han crecido.

La mayoría de las víctimas calla. Marie (nombre figurado de quien sólo quiere olvidar) enmudeció. No quiere contar lo que su barrio de Canape Verd sí sabe. Las patrullas ciudadanas no pudieron salvarla de las mismas bestias que ya han aparecido en conflictos y catástrofes anteriores: Ruanda, Colombia, Bosnia, Vargas (Venezuela). "Ella no va a denunciar", añade su amigo Jean Baptiste Ginaud, que habla por ella. "Tiene miedo a las represalias, tampoco cree en los jueces". Marie tiene razones de peso. Queda muy poco del corrupto sistema judicial que durante años se resistía a condenar a los violadores.

A unos pocos kilómetros, los héroes de Canneau sí han cumplido su objetivo. De momento. Las patrullas nocturnas, machete en la derecha, palo robusto en la izquierda, han ahuyentado a los delincuentes. "Hemos logrado asustar a los violadores, incluso los hemos perseguido a la carrera. Pero sabemos que es una amenaza constante", se quejó a Público Wifford, uno de los líderes comunitarios.

En otros campos son los propios desplazados los que establecen sistemas de seguridad para sus niñas y mujeres, que intentan proteger su intimidad mientras se bañan o hacen sus necesidades, algo casi imposible en un Puerto Príncipe donde se vive al aire libre. Organizaciones como Intermón han instalado baños portátiles en sitios visibles para evitar las agresiones.

"Mi hermana y yo preferimos ir a nuestra casa, que está destrozada. Allí nos lavamos, nos cambiamos y volvemos al campamento para dormir. No queremos que nos vean desnudas", confiesa Ivonne, que pernocta en el campamento de Delmas 64

Una práctica enraizada

En otra zona de Canape Verd, cerca de Santa María, Carline Vandome sufre pesadillas casi todas las noches. Parece modelo, pero es estudiante de administración de empresas. "Mis amigas murieron el 12 [de enero, fecha del terremoto]. Éramos diez, estábamos muy unidas. Pienso en ellas todas las noches. Pero son los vivos los que me dan más miedo. Todas las chicas sabemos que la única forma de librarnos de los violadores en Haití es tener la menstruación".

Diluvia sobre mojado. Organizaciones de mujeres de Puerto Príncipe y cooperantes contabilizaron 800 violaciones en 2007, cifra muy inferior a la real. Una práctica enraizada de la que algunos acusan a los demonios del vudú. Pero que también ha sido método de represión política. Los tonton macoutes del dictador Duvalier mataban y violaban para demostrar su inmenso poder. En 1990, los mercenarios ultraderechistas del FRAPH, al servicio de Raoul Cedras tras el golpe de Estado contra Aristide, violaban a las mujeres como venganza política.

Las bestias de hoy son otras. Parte de los 4.000 fugados de la Penitenciaria Nacional se han reintegrado a las bandas que controlan los guetos de Martissant, Carrefour, Cité Soleil o Belaire. El trabajo de la policía de la Minustah, la Misión de la ONU cinco años apresando a los peores delincuentes, se difuminó en minutos. Ahora han vuelto a sus barrios y se han hecho con la ley de la calle. Una ley donde las violaciones son diversión.

Gheskio, organización que lucha contra el sida, atendió hasta diez violaciones por día en los guetos de Puerto Príncipe después de que las bandas se adueñaran de la calle. La violencia sexual ha disparado el sida. La ONU ha llegado a repartir "botiquines de violencia sexual", que incluye antirretrovirales profilácticos.

¿Cuántas violaciones se han producido en 22 días? Como todas las estadísticas tras el terremoto, jamás se sabrá. "Pero son cientos, más que en tiempos normales", aseguró una fuente médica a Público.

Contra miedos y violadores grita el poderoso movimiento femenino de Haití, que ha perdido a sus dos principales líderes en el seísmo. Magalie Marcellin, de la Casa de Mujeres, denunció en 2007 que 100 cascos azules de Sri Lanka pagaban un dólar a niñas a cambio de sexo. Myriam Merlet, ex ministra de la Mujer, lideró la histórica marcha contra la violencia sexual en 1986.

Sus voces se hubieran levantado hoy otra vez para perseguir a las alimañas que se mueven entre los escombros de la capital haitiana.