Terror gángster en Cité Soleil

Cientos de presos fugados el día del seísmo siembran el pánico en el barrio más pobre de Puerto Príncipe | La policía reconoce su inferioridad numérica y su impotencia para imponerse y devolver a prisión a los fugados | Los vecinos mataron a pedradas a un jefe gángster fugado de la cárcel junto con otros siete mil presos



Blid Nasson, sanguinario y poderoso jefe gángster de Puerto Príncipe según la policía, no supo medir su capacidad de impartir terror. Días después de su fuga de la prisión central junto con los más de siete mil reclusos evadidos a través de una grieta abierta por el seísmo, Nasson se plantó en sus antiguos dominios en Cité Soleil, y, pistola en mano, recitó una lista de personas a las que pretendía liquidar. Error. Los supervivientes del barrio más pobre de la capital debieron de pensar que ya tenían más que suficiente con haber perdido hijos, padres, hermanos, con ver sus casas destruidas y haberse quedado sin nada. Así que se liaron a pedradas contra Nasson y lo mataron.

Aquel ajusticiamiento, revelado a este diario por una fuente oficial, no es un hecho extraordinario pero tampoco la regla. Uno por uno, los moradores de la ciudad y sobre todo de Cité Soleil están aterrorizados. Lo comprobamos sobre el terreno, una vez que la policía nos da las claves de tanto pavor de origen humano sumado al horror de causa natural.

"Ellos –los delincuentes– no tienen miedo", afirma Jean Blaise, inspector adjunto de la comisaría de Cité Soleil y portavoz en ausencia del comisario. "Algunos se han ido lejos. Otros apenas se esconden y algunos hasta han vuelto a sus casas, aprovechando el pavor que la gente les tiene". ¿No van a por ellos?, interrogamos. "Sí, pero no podemos estar en todas partes al tiempo".

¿Problemas de personal? "¡Claro!", exclama el inspector, y nos confiesa su drama. El cuartel policial de la zona más humilde y peligrosa de Puerto Príncipe, de la que según Blaise proceden "el 90%" de los presidiarios fugados, dispone de sólo 69 agentes para proteger de esos criminales a los 400.000 habitantes del barrio.

Dos mil de los presos ahora libres son "asesinos, violadores o secuestradores muy peligrosos, y suelen ir armados". Las débiles fuerzas del Ministerio del Interior han apresado hasta ahora a sólo 17 de ellos, admite el inspector. Su superior absoluto, el director de la Policía Nacional, Mario Andrésol, recordó ayer que la captura de estos reclusos escapados les había llevado un promedio de cinco años. Su evasión va a ser "una fuente de problemas".

Andrésol aseguró que los bandidos o gangs, como aquí los llaman, están aprovechándose de la oscuridad por la falta de luz eléctrica para imponer su ley; para robar o matar, y para violar a las mujeres que duermen al raso. El jefe policial no dio datos precisos, pero en las calles de Cité Soleil se hablaba ayer de tres asesinatos el día anterior.

Otro hombre murió ayer en el asalto a una tienda del centro, en este caso a manos de un pistolero de seguridad privada.

Tras la entrevista con el inspector, un hombre que se identifica como "Chile" nos enseña una herida de arma blanca en su muñeca izquierda. Se la hizo el miércoles un gang que le pidió dinero. Él le respondió que no tenía. "Entonces me dio la cuchillada". Chile se acordó en el acto –señala– de los terribles años (del 2002 al 2006) en que las bandas, integradas en gran parte por los chimers partidarios del presidente Aristide, se enseñorearon de Cité Soleil y otras zonas. Es el recuerdo de un fantasma cuyo retorno todos temen ahora. "Está pasando. Otra vez hay muchos robos y violaciones. La calle se está poniendo muy mal", lamenta Chile.

Pronto verificamos e ilustramos el pánico general con una visita necesariamente breve a las entrañas del barrio. Primero un hombre rodeado de parientes, y de cada vez más curiosos, nos responde: "Mire. Puedo hablarle de nuestra desgracia por el terremoto. Mi casa está muy mal.No tenemos nada. Pregunte lo que quiera de eso. Pero de los delincuentes no hablo, comprenda usted: no quiero ser otra víctima".

En el mercado al aire libre del poblado, una vendedora se toma un respiro tras las primeras e improductivas horas de la jornada. Está con su pequeña, de unos seis años. Le ofrecemos no dar su nombre y entonces sí, acepta hablarnos: "Mi casa se hundió y perdí a mi hijo, el hermano de esta niña. En la noche siguiente al terremoto, los bandidos entraron y me robaron lo que me quedaba. Ya no vuelvo allí", relata. ¿Y dónde vive ahora? "Duermo aquí, en el mercado", explica. La historia es dura, no excepcional: en Cité Soleil, sólo una historia más.