La ONU se enfrenta a la «potencial» mayor tragedia de su historia

La ONU contabiliza ya 36 muertos en el terremoto de Haití y sigue buscando a cientos de sus miembros bajo los escombros, entre ellos a Hédi Annabi, representante especial del secretario general Ban Ki-moon. Las pérdidas de vidas humanas ya superan el trágico balance del bombardeo de la sede de la ONU en Bagdad en 2003 y no se descarta que superen también las 44 víctimas de una matanza de tropas de mantenimiento de la paz en el Congo en 1961.
Ari Gaitanis, portavoz de la Secretaría General de las Naciones Unidas, y Stephanie Bunker, portavoz de la Oficina de Coordinación Humanitaria de las Naciones Unidas, confirmaron ayer ante ABC que la organización se enfrenta a la “potencial mayor tragedia de su historia”.
La palabra potencial es todavía importante: nadie quiere dar por muerto a nadie que pueda seguir vivo, nadie quiere enterrar ninguna esperanza, por minúscula que sea. Nadie quiere dar ideas al demonio. Uno de los supervivientes fue rescatado después de pasar 36 horas bajo los escombros.
Ban Ki-Moon compareció públicamente ayer para elogiar la magnitud de la respuesta internacional, y sobre todo para llamar a que no cese. Mientras el presidente Obama prometía 100 millones de dólares en ayuda inmediata para Haití y mucho más apoyo a largo plazo, pero a la vez pedía paciencia y no desesperarse por las dificultades para hacer llegar esa ayuda, la ONU despliega sus poderes. Su programa mundial de distribución de alimentos dio de comer hoy a 3.000 personas en la población de Jacmel y se preparaba para “atacar” tres distritos de Puerto Príncipe con el material llegado en avión en las últimas horas. La organización tiene ya en Haití recursos para alimentar a 1 millón de personas, asegura Gaitanis, y se prepara para alimentar a 2 millones durante 6 meses.
Esto no ha hecho más que empezar. “Hay que pensar en el corto plazo y en el largo plazo, por ejemplo la cantidad de cuerpos muertos en las calles se convertirán muy pronto en un problema de salud pública”, explica Gaitanis. Este joven oficial en los cuarteles generales de la ONU en Nueva York cuenta que él y sus compañeros trabajan sin descanso en jornadas maratonianas que acaban a las dos de la madrugada para volver a empezar a las seis de la mañana. Es su deber y es también lo que les pide el corazón. Esta vez son muchos de sus compañeros y amigos los que están atrapados bajo las ruinas.
UNICEF está enviando equipos de supervivencia a las zonas más devastadas por el terremoto, en coodinación con la Cruz Roja internacional y con la Media Luna Roja. Los niños menores de 18 años son la mitad de la población de Haití. También han entrado en acción las agencias especializadas para la mujer y para las telecomunicaciones, con la misión de establecer en Haití una base para la comunicación vía satélite, con 80 aparatos para conectar.
Todo esto se hace en medio de enormes dificultades que, según Bunker, no tienen tanto que ver con descoordinación como con las limitaciones de infrastructura de la misma Haití, incluso antes del terremoto. Gaitanis destaca las limitaciones del aeropuerto para movilizar los tres pilares básicos de la ayuda: comida, agua y medicinas.
Pero dadas las circunstancias, los oficiales de la ONU consultados por ABC consideran que todo está siendo bastante “fluido”. “Es impresionante la amplitud y la generosidad de la respuesta internacional, continuamente llegan donaciones de países y del sector privado, yo misma no paro de recibir llamadas de gente que quiere ayudar”, se emociona Bunker.